viernes, mayo 02, 2003

El plomero
Me despierto a las 7 de la mañana porque siento una mirada penetrante. Abro los ojos, junto a mi cama está parado un hombre de unos 40 años, muy muy gordo. Viste un mono y trae una caja de herramientas en la mano izquierda. Con la derecha blande una llave stillson.
--¡Oiga! ¿Qué hace aquí? --le pregunto, indignada
--Pos vine a hacer mi trabajo. Me llamó el señor P. Espín, reportando un grifo que gotea.
--¿¿¿???
--Así que con su compermiso...
y acerca su llave stillson a mi nariz.
--¡Oigame usted...! ¡Eso no es un grifo, es mi nariz! Gotea porque tengo gripa...
Discutimos un rato y tuve que pagarle 200 pesos. Me regresé a la cama. La garganta todavía lastima y, efectivamente, tengo una fuga que puede resultar molesta para mis inquilinos gargantales. Pero insisto, ese P. Espín se está pasando de lanza: hace un rato llamó un decorador de interiores que tenía órdenes de ponerme papel tapiz en las amígdalas!

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